La fiesta salió a las calles, como cada año, para refrendar el orgullo de ser homosexual, lesbiana o transgénero. Viejos y nuevos reclamos se hicieron escuchar en la 33 edición de la Marcha del Orgullo Gay. Hombres y mujeres mantienen la exigencia de terminar con los asesinatos de odio por homofobia, la discriminación y, por otro lado, que todas las instituciones del gobierno hagan efectivos sus derechos a la seguridad social y el país cumpla los compromisos adquiridos a escala internacional, como promover la educación sexual desde la infancia.
Para sorpresa de muchos, incluso de quienes desde finales de los años 70 empezaron a hacerse oír para protestar contra la persecución policiaca de que eran víctimas, “cada vez somos más los que estamos dispuestos y decididos a exigir respeto a nuestros derechos y libertades”.
Así lo reconoció el actor y activista Tito Vasconcelos durante el mitin previo al inicio de la movilización: “nunca, ni en mis más peregrinos sueños, me imaginé que un día habría tanta gente en las calles”. Luego exhortó a los asistentes a que ya dejen atrás el “no que no, sí que sí, ya volvimos a salir”. Ya no tiene ningún sentido este tipo de arengas porque “pésele a quien le pese, estamos en todas partes”.
Ahora “tenemos que pensar nuevas consignas que digan” lo que ocurre en la actualidad. “Estamos bañados en sangre. Siguen los crímenes de odio por homofobia. Esta marcha es para exigir al Estado todo lo que aún nos debe”, subrayó.
Desde antes de las 10 de la mañana empezaron a llegar jóvenes y adultos –hombres y mujeres– solos o en parejas, a los alrededores del Ángel de la Independencia, lo mismo que decenas de vendedores que ofrecieron de todo: antifaces, pulseras, collares, playeras, banderines, anillos, mascadas... todo con los colores del arcoíris, símbolo de la comunidad gay, y hasta gafetes de la marcha. Salvo las playeras, que tenían un precio de entre 80 y 150 pesos, el resto de las mercancías eran vendidas en 10 pesos.
No faltaron, como cada año, los condones distribuidos por el gobierno capitalino y Censida, ni las vestimentas que dieron colorido y vistosidad a la marcha: ahí estuvieron las princesas y otros personajes de los cuentos de hadas, quinceañeras, faraones egipcios, policías con uniformes del tamaño mínimo indispensable, representaciones de la muerte y muchos otros que llamaron la atención de los espectadores durante todo el recorrido, que duró más de cuatro horas por Paseo de la Reforma, avenida Juárez y la calle de Madero hasta el Zócalo.
Las referencias a la jerarquía de la Iglesia católica tampoco faltaron, y sobre las declaraciones del sacerdote Ramón Lucas, de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, respecto de que si el homosexual tiene “voluntad” puede ser heterosexual, algunos asistentes señalaron: “no entiendo eso de la voluntad, pero sí de mi libertad y lo que me nace hacer con mi vida y mi cuerpo”.
Sólo un incidente enturbió la movilización: la inasistencia del jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, a dar el banderazo de salida en el Ángel. Su presencia había sido anunciada por los maestros de ceremonias del acto político organizado en el lugar, pero apenas minutos antes del mediodía, horario marcado para iniciar la caminata, se informó que en representación del funcionario estaba el secretario capitalino de Turismo, Alejandro Rojas Díaz Durán.
El activista Josué Quino dio la noticia y expresó su rechazo a que se permitiera el uso de la palabra al representante de Ebrard, y obtuvo el respaldo de los asistentes. Sin embargo, otra parte del comité organizador resaltó que el gobierno capitalino ha sido solidario con la comunidad gay, pues en esta administración se aprobaron los matrimonios entre personas del mismo sexo y ha existido la voluntad política para terminar con las agresiones policiacas.
Antonio Medina, de Letra S, destacó que sólo en el Distrito Federal ha sido posible que los policías estén “para cuidarnos”, lo que no ocurre en otras entidades. Luego le dio la palabra a Rojas Díaz Durán, quien dio un breve mensaje y refrendó la vocación del gobierno capitalino para seguir apoyando las demandas de la comunidad gay. En la ciudad de México, advirtió, “hay paz, libertad, derechos y tolerancia”.
La actriz Lucía Méndez también subió al templete, en su calidad de “reina de reinas” de la marcha. También ofreció colaborar a favor de la diversidad sexual.
Luego se inició el recorrido, a paso lento, a pesar del exhorto de los organizadores por avanzar con prontitud para evitar la lluvia, que tampoco falta a la cita anual. Los tráileres patrocinados por centros nocturnos y bares acompañaron a los manifestantes en un ambiente de fiesta. Ahí estuvieron los padres de familia, apoyando a sus hijos, pero también con una exigencia: “recuperemos el verdadero sentido de la marcha” –como decía una manta–, que es exigir respeto a la diversidad sexual.
La preocupación es porque el año pasado, y también en esta ocasión, circularon grandes cantidades de alcohol entre los asistentes.
“No nos gusta porque de por sí ha sido difícil lograr la comprensión de la sociedad. Con esto les damos argumentos a los conservadores para que ataquen a nuestros hijos”, señalaron mamás integrantes de Familias por la Diversidad Sexual.
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