Andar los pasos de Vicente Fox cuando en giras por países europeos emitía agresiones verbales al Poder Legislativo y deshacía los laboriosos acuerdos que su coordinador en San Lázaro, Felipe Calderón, lograba tejer con otras fuerzas, no pareciera recomendable.
Tampoco lo es si los objetivos para proponer un periodo extraordinario de sesiones es, como juzgan legislados del Revolucionario Institucional y de la Revolución Democrática, en buena medida para obtener efectos publicitarios para un gobierno que cosechó un fracaso judicial con la liberación, por partida doble, de Jorge Hank Rhon el día14.
Y ello se debió a las pruebas presentadas a los jueces, las graves omisiones legales para detener al empresario y sus pistoleros, a cargo nada más y nada menos que del atrabiliario Ejército. Y esto no daba pie para lograr otro resultado en la operación política --revestida de ministerial-- de Marisela Morales Ibáñez y su jefe Calderón Hinojosa. El monero Hernández, por cierto, tituló “A temblar Cordero” el cartón en el que la señora afirma: “Si, tras el michoacanazo me dieron la PGR, tras el hankazo, directo a la Presidencia…”
O bien, además de las ilegalidades y torpezas, deliberadas o no, se impuso la negociación política del michoacano de Morelia con un prominente empresario --del Grupo Atlacomulco y su candidato presidencial Enrique Peña Nieto-- que tiene prohibido pisar territorio estadunidense por sus presuntos vínculos con el cártel de los Arellano Félix y sus faenas como lavador de dinero. Antes le retiraron la licencia para operar el Laredo Bank y más tarde perdió la lujosísima residencia que habitaba en San Diego, California.
Tras un fin de semana de discursos de Calderón en San José y Palo Alto, California, como líder de partido y de facción –ni siquiera tiene la capacidad ni la aptitud para representar al conjunto de Acción Nacional, mucho menos al país--, da un giro de 180 grados y abandona por el momento la rijosidad declarativa sobre “el pasado autocrático” del PRI y lo responsabiliza con certidumbre de “desaparecer opositores” y “asesinar estudiantes”, como el 10 de junio de 1971 o el 2 de octubre de 1968, pero ahora clama por un periodo extraordinario del Congreso de la Unión para discutir “reformas inaplazables”.
El abanico de los pendientes va de la reforma política a la laboral, la designación de los tres consejeros del Instituto Federal Electoral –“la máxima garantía de imparcialidad, legalidad y legitimidad de un proceso electoral”, jura Calderón porque le consta desde julio de 2006--, facilitar las asociaciones público-privadas en materia de infraestructura, la Ley Federal Anticorrupción en Contrataciones Públicas –con ésta o sin ella la corrupción florece desde la cúspide del Ejecutivo federal hasta la base de la pirámide burocrática--, la ley que busca legitimar el papel de las tropas en tareas de seguridad pública, por decisión autocrática de su comandante supremo, y la ley para prevenir e identificar las operaciones con recursos de procedencia ilícita. Mientras Hank Rohn se reintegra a lo suyo y el señor que desde los 12 años aseguraba “voy a ser presidente” hace el ridículo.
Como gobernante autócrata que no tiene empacho en ocultarlo --a pesar de que no logró superar el déficit de legitimidad que lo selló de por vida, el decreciente apoyo ciudadano, el amplio rechazo popular y las subrayadas incompetencias de sus secretarios que se agudizan con la puja por la candidatura del PAN a la Presidencia--, el marido de Margarita Zavala ignoró el programa para dictaminar las iniciativas de ley existente en San Lázaro, porque busca aparecer mediáticamente como dialoguista y concertador de acuerdos legislativos.
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