El uso y abuso del poder del que hacen gala algunos personajes de la vida pública ocupó una vez más las primeras planas de los diarios la semana pasada. El director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Khan, y el ex gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, se vieron envueltos en sendos escándalos: por intento de violación el primero, y por una relación extramatrimonial el segundo. Ambos personajes han tenido un papel relevante en sus respectivas actividades y han aprovechado el estatus de sus cargos para abusar de las mujeres que colaboran o realizan alguna actividad a su servicio. Straus-Khan intentó violar a una camarera del hotel donde se hospedaba. Ahora se sabe que, en el pasado, también abusando de su posición, hostigó a otras mujeres que trabajaban bajo sus órdenes. Schwarzenegger confesó que tuvo un hijo con la mujer que realizaba labores domésticas en su residencia. También tuvo problemas por insinuaciones sexuales con sus colaboradoras. Sus casos no son los primeros y seguramente no serán los últimos, pero al igual que en otros casos están determinados por la prepotencia de quienes se creen inmunes para cometer atropellos, en contra de las mujeres principalmente, por el solo hecho de ostentar una posición de poder.
Una de las normas en la protección de los derechos de las personas en EU es la que establece como delito abusar del poder en el centro de trabajo, para obligar a una persona a tener relaciones sexuales de grado o por fuerza. Como toda norma, hay innumerables formas de escamotear su aplicación, en ocasiones mediante el litigio o, y esto es lo más dramático, por el temor de quienes sufren la agresión a denunciarla por convenciones sociales o, lo que es peor, para no perder el empleo.
En México también están tipificados los delitos de hostigamiento y abuso de poder. Desafortunadamente es más común que las mujeres se resignen a soportar esa situación, debido a los obstáculos reales de apelar a la aplicación de esas normas, y lo que es más importante, debido a la precariedad del mercado de trabajo del que ellas son el eslabón más débil. Es muy difícil que una madre soltera, responsable de mantener a la familia, se arriesgue a perder su empleo denunciando a su jefe, cuando lo más probable es que éste evada la ley y ella vaya a la calle.
Las organizaciones feministas han luchado por que se aplique la justicia en estos casos, pero el problema va más allá del feminismo en su lucha por la igualdad. Es una lacra que debe ser combatida ya que deshumaniza a la sociedad y lastima a mujeres y hombres que trabajan para sobrevivir y deben resignarse a perder su dignidad para no perder el sustento. Sería deseable que los partidos, como expresión más acabada de la organización social, lo entendieran así y actuaran en consecuencia.
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