Muñeca.

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viernes, 20 de mayo de 2011

Moreira vs Peña.











Si Enrique Peña Nieto escucha los espots del PRI y lo hace con el recelo instintivo de quien está tocando los dinteles de la gloria (como diría el bolero), se daría cuenta de que su partido no hace campaña por él, sino por Humberto Moreira.

La promoción de Moreira por Moreira da para mucho más que un presidente de partido haciendo culto a su falta de personalidad e intentando posicionarse como el dirigente del PRI emergente que necesitan, no sólo los priístas, sino el país entero. Humberto Moreira ya está en campaña por su candidatura presidencial; ya olió las debilidades de Enrique Peña Nieto que sirve para atraer los golpes y desgastar a los contrarios, mientras a él le crece la fantasía de quedarse dueño de todo el circo.

Humberto Moreira seguramente se considera mejor gobernador que Peña Nieto y con más poder. Su hermano lo sucederá en el gobierno de Coahuila, como prueba de control y continuidad; formas que, por cierto, gustan a los priístas y les dan seguridad.

Si él llegó a la presidencia del PRI gracias a su mentora, la maestra Elba Esther Gordillo, quien lo proyectó en la danza política nacional (ya era maestro de danza folclórica), hoy quiere llevarse al baile a Enrique Peña Nieto, presentando su dirigencia como símbolo del regreso de la maestra descarriada; la gran ganadora de 2006; la que derrotó a los tabasqueños Roberto Madrazo y Andrés Manuel López Obrador con su genial política de alianzas; convirtiéndose en el personaje más influyente del sexenio de Felipe Calderón y espina clavada en el corazón de Acción Nacional; bisagra entre las estructuras del viejo régimen y los gobiernos débiles de la transición pactada.

De ahí viene el poder central y originario de Humberto Moreira; de ahí el margen para presentar su "estilo" chabacano, alegre, agresivo, sin traumas. Él es un producto de la política triunfante, de los que se beneficiaron con el fracaso de Calderón y López Obrador como sepultureros del viejo régimen, del que ahora Moreira ofrece restauración.

Para Enrique Peña Nieto, cómodo y atado en su gubernatura, ayudado por sus opositores, su enemigo no es Manlio Fabio Beltrones, sino Humberto Moreira, que tuvo la capacidad de reunirlos, cicatrizar sus lenguas. ¿Si Moreira pudo conciliar los enfrentamientos priístas por el poder, por qué no podría conciliar los enfrentamientos nacionales, incluidos los de la violencia?

Ya desde su tierra, en Saltillo, Sócrates Rizzo como filósofo neoclásico del narco-estatismo, dibujó cómo debe mantenerse la estabilidad, pactando con el crimen organizado, en vez de ejecutarlo, como ha hecho el PAN.

Humberto Moreira esta hoy en las primeras planas de los medios; le disputa espacio en primer lugar a Enrique Peña Nieto. La fuente de su poder: la maestra, el sindicato magisterial, su Partido Nueva Alianza, que se considera bastión para la candidatura de Peña Nieto. ¿Por qué no esa fuerza, para él?

Detrás de la maestra Elba Esther esta también Carlos Salinas, con el poder suficiente para inclinar la balanza en su favor. No sería la primera vez que Salinas y los Atlacomulco se enfrentaran y los regresara a ser una fuerza con mucho poder, pero regional.

Para la ambición infinita de la maestra están empezando a generarse preguntas: ¿quién conviene más? ¿Moreira o Peña Nieto? ¿Qué ambición le conviene más?

Humberto Moreira y Carlos Salinas tienen afinidades ideológicas y juntos amplían sus conexiones políticas en el campo de los adversarios. Coincidieron en tiempos con todo aquello que la izquierda conoció como Línea Proletaria y que hoy en su último libro, Carlos Salinas reivindica como de su autoría, presentándolo como ejemplo de organización social autónoma, estratégica y base de su proyecto republicano.

Si Elba Esther y Carlos Salinas lo lanzaron, ¿por qué no apoyarlo como candidato presidencial? Basta escuchar los espots institucionales en favor de él, para entender que se gesta un golpe de mano y dedo, que dejaría en desperdicio todo lo que se ha dicho y hecho en favor o en contra de Enrique Peña Nieto que una vez presidente, podría convertirse en la mano vengadora de Arturo Montiel.

Viendo y oyendo los movimientos de Humberto Moreira, entre ellos su estrategia de crear interlocutores a manera de rivales débiles, escogidos a modo, sus estímulos son: que ya se consideran vencedores de 2012 y eso los hace salivar la candidatura y trastocar el escalafón. Ante la debilidad panista y lopezobradorista, aumentará la disputa priísta que hundió a Roberto Madrazo. A diferencia de Peña Nieto, Moreira se considera capaz de dividir a PAN, PT y PRD desde dentro, pues tanto Elba Esther como Carlos Salinas tienen aliados en los tres partidos, aliados históricos que podrían apoyarlo a él.

La ambición de Enrique Peña Nieto sólo ha sido opacada en las últimas semanas por la de Humberto Moreira y sus promotores. Por eso Peña Nieto ha de sentir que un peligro lo acecha y ya no se ve tan claro como antes.

Para Peña Nieto, el enemigo no es Morena, es Moreira.
















































































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